domingo, 25 de noviembre de 2007

Noticias del Museo del Prado

El futuro del Museo del Prado es esplendoroso:
«La ampliación no cambia la pinacoteca, pero le facilita enormemente la vida».«Aunque aumentemos los recursos propios siempre necesitaremos fondos públicos»

PLÁCIDO ARANGO PRESIDENTE DEL PATRONATO DEL MUSEO DEL PRADO
Madrid, Modem Press

Corría el año 1946 cuando Plácido Arango visitó por primera vez el Museo del Prado junto a sus padres y a sus hermanos. A aquel adolescente de 15 años, el cuadro que más le impresionó fue «La rendición de Breda», aunque no por las virtudes pictóricas de Velázquez, sino «por una historia de aventuras, batallas y espadachines en torno al cuadro que nos contó el guía». Hoy, sesenta y un años después, el empresario y mecenas mexicano de origen asturiano (Tampico, 1931) es, desde hace cuatro meses, presidente del patronato de una de las más importantes pinacotecas del mundo. Una institución que en su opinión tiene «un futuro esplendoroso» y a la que la ampliación, inaugurada el pasado 30 de octubre, «no cambia el museo en lo básico, pero le facilita enormemente la vida». Afirmación que argumenta explicando que «el nuevo Prado y el viejo Prado son el mismo. El edificio Villanueva queda ahora liberado. La ampliación ofrece salas para exposiciones temporales, mientras que antes, para instalarlas, había que mover la colección de Villanueva, que ahora se quedará ahí, sin traslados. Así que repito: la ampliación no cambia el museo en lo básico, pero le facilita enormemente la vida».

-Lo cierto es que los cuatro meses que lleva en el cargo desde que sustituyera al fallecido Rodrigo Uría a finales de julio han sido frenéticos: la ampliación, la exposición sobre Velázquez... -Por mi parte no tanto, pero sí por el equipo del museo y, sobre todo, por la dirección, que son quienes tienen la responsabilidad de que todo quede bien. Afortunadamente las cosas están saliendo bien.
-Y el éxito de público es innegable. No hay más que ver las largas colas que se forman a la entrada del museo.
-La exposición de Velázquez está funcionando muy bien. Es curioso, porque Velázquez ya lo teníamos aquí de siempre, pero cuadros como el de «La Venus del Espejo», que es la vedette, atraen mucho al público.
-El préstamo de este cuadro por parte de la National Gallery es un buen ejemplo de ese objetivo que usted se marcó de estrechar lazos con otros museos.
-En efecto. Se habló de la internacionalización, cosa que yo realmente no dije, porque creo que si existe una institución cultural española conocida en todo el mundo, ésa es el Museo del Prado. Yo hablé de estrechar relaciones con los museos internacionales, acercarnos más. Tenemos que intercambiar técnicas, mantener contactos permanentes entre los directores, estar abiertos a intercambiar y prestar obras. En fin, una mayor convivencia en la que yo podría aportar una labor diplomática ahora que ya estoy jubilado y tengo tiempo. En resumen: más convivencia y más confianza, que no haya rivalidades, desconfianzas...
-La exposición sobre Goya que se prepara en el Prado para 2008 es otra buena oportunidad de traer a España algún cuadro del pintor que esté colgado en otros museos.
-Estamos trabajando en ello y es seguro que vendrá alguna obra muy importante de Goya.
-Velázquez, Goya, El Greco... los grandes de la pintura clásica española, ¿cuál es su favorito?
-Quizás el más importante sea Velázquez, pero me pregunta cuál me gusta más y posiblemente sean los trabajos de Goya en la Quinta del Sordo, sus pinturas negras. Porque está más cerca de nosotros, por los cambios que tuvo su pintura y por lo que ha supuesto de influencia en la pintura moderna. Me impactan mucho sus grabados, sus series.
-Habla de pintura moderna. El Prado ha hecho en los últimos tiempos alguna incursión en el arte contemporáneo con las exposiciones sobre Thomas Struth, Bacon. Por ese camino ¿no se entrará en colisión con el Reina Sofía?
-Aquí se ha hecho una exposición contemporánea de fotografía de Thomas Struth y se prepara una sorpresa de un artista contemporáneo en el Casón del Buen Retiro, que sería algo temporal. El Prado debe estar abierto también al arte contemporáneo, sabiendo que su esencia, sin embargo, es la que le dan los grandes maestros clásicos, pero sin cerrar las puertas a nadie. -La ampliación generó un gran consenso sobre el museo en los partidos políticos y propició un gran apoyo desde las instituciones. El Prado dejó de ser tema de debate político.
-En lo que se refiere al Estado, a las instituciones públicas, al Gobierno y a la oposición, hay apoyo total. Hay consenso total sobre el museo, como lo ha habido sobre la ampliación, y estoy convencido de que las guerras políticas en torno al Prado desaparecieron hace tiempo. El museo no va a ser nunca objeto de controversia política.


La ampliación del Prado:

La ampliación del Museo del Prado, en Madrid, España; ha despertado la admiración de aquellos que acuden a visitar las nuevas salas. Ahora la primera exposición cubre las paredes blancas con lienzos de prestigio.

Un centenar de obras entre pinturas, esculturas y obras sobre papel son las encargadas de dar color y vida a la ampliación del Museo. Retratos de Goya y Vicente López estarán junto a obras de Madrazo, Fortuny, Pinazo o Sorolla, entre otros.

Tras haber renovado su compromiso como Benefactor del Museo, el banco BBVA ha sido el patrocinador de esta exposición, que se ha organizado con el fin de redescubrir la colección de pintura moderna del Museo.

La muestra permitirá redescubrir el arte español desde el último cuarto de siglo de la vida de Goya, hasta la fecha del nacimiento de Picasso, pues la colección ha permanecido guardada durante la última época por las obras de un edificio anexo al museo.

La colección del XIX llegó al Prado en 1971 procedente del Museo del Arte Moderno, pero nunca se expuso junto a las históricas, sino en el Casón del Buen Retiro.

El primer cuadro en colgarse ha sido “Doña Isabel la Católica dictando su testamento”, una obra pintada por Eduardo Rosales en Roma en 1864, y junto al resto podrá verse hasta el 4 de mayo de 2008.

Otro de los cuadros de gran tamaño que acompañará al “El testamento de Isabel la Católica” es “La rendición de Bailén”, de José Casado del Alisal, que se muestra en el apartado que la exposición dedica a la pintura de la Historia.

La exposición permite al público ver, por primera vez, la obra de Goya “Toro con alas”, uno de los dibujos del artista aragonés que se expondrán en una sección complementaria de la muestra.
El Prado ha querido inaugurar “el nuevo Prado” con obras del propio museo y rescatar “una colección casi olvidada”, según explica el director de la pinacoteca, Miguel Zugaza.
La exposición está estructurada en nueve secciones ordenadas cronológicamente en función de las formas de expresión artística.

La primera sala está dedicada a Goya y el Neoclasicismo y en ella se pueden contemplar cuadros emblemáticos como “La marquesa de Santa Cruz”, así como otras pinturas de artistas con los que convivió el pintor aragonés como “La muerte de Virato de José Madrazo.

El recorrido continúa por El romanticismo con obras de Leonardo Alenza o Eugenio Lucas.
La obra sobre “Doña Juana la Loca”, de Pradilla, o “Los amantes de Teruial”, de Antonio Muñoz, se encuentran en el ámbito de La Pintura de Historia.

Entre los siguientes apartados se encuentra el paisaje realista con Fortuna y se llega hasta el Realismo a final de siglo hasta desembocar en Sorolla y Beruete con liezos como “Chicos en la playa”.

15 Obras maestras del Museo del Prado


15 Obras Maestras del Museo del Prado:

1. La Crusifixión, Juan de Flandes:

Obra documentada de Juan de Flandes, conocido sólo por las pinturas que realiza en Castilla desde 1496 en que entra al servicio de Isabel la Católica. Al morir la Reina en 1504, continua trabajando en Salamanca y en Palencia y debe adaptar su estilo al tipo de obras que le demanda la nueva clientela, a veces de grandes dimensiones como el retablo mayor de la Catedral de Palencia, para el que hace esta tabla, destinada a la calle central del banco.

Juan de Flandes concibe el espacio de esta Crucifixión con un punto de vista bajo, que evoca las composiciones de Mantenga y la dota de resonancias italianas, por el modo de disponer al los personajes con un dominio de líneas rectas que otorgan monumentalidad al conjunto. Para llamar la atención sobre Cristo Crucificado, situado en el centro, ante un fondo de paisaje, idea un semicírculo de figuras en torno a Él. A la originalidad del pintor flamenco al representar este tema iconográfico se suma su dominio técnico, patente en la forma de reproducir las calidades de las cosas como las piedras preciosas y el coral esparcidos por el suelo.


2. El caballero de la mano en el pecho, El Greco:

Retrato de personaje desconocido, vestido con traje negro de cuello y puños de encaje y luciendo colgante y espada, detalle que destaca su condición de caballero. Una de las obras maestras del Renacimiento español y una de las más divulgadas de la producción de El Greco.

Pintada en los primeros años del artista en Toledo, El caballero de la mano en el pecho se distingue por la expresividad de la mirada que el personaje mantiene fija en el espectador y el naturalismo en el gesto de la mano.

Existen muy diversas interpretaciones entorno a la identidad del personaje y al significado del gesto, afirmando algunos que simboliza diferentes estados, como arrepentimiento o un juramento. Aunque existan dudas razonables, se ha llegado a identificar al caballero con Juan de Silva y Ribera, III marqués de Montemayor, alcalde del Alcázar de Toledo.

Esta obra procede de la Quinta del duque del Arco en el Pardo (Madrid).


3. La familia de Felipe IV o Las Meninas, Diego Rodríguez de Silva y Velázquez:

Retrato de la infanta Margarita, hija de Felipe IV (1605-1665), rodeada de su servicio o “familia” en una sala del Alcázar de Madrid.

El cuadro más famoso de Velázquez encierra una compleja composición construida a partir de una admirable habilidad para el uso de la perspectiva, de la plasmación de la luz y de la representación de la atmósfera.

Las interpretaciones sobre el tema y la plasmación del mismo han sido múltiples. Las más numerosas subrayan la reivindicación de la nobleza de la pintura frente a las prácticas artesanales. Velázquez se autorretrata pintando el propio cuadro a la izquierda del lienzo, afirmando así la supremacía del arte de la pintura. La infanta Margarita (1651-1673), vestida de blanco, aparece rodeada en el centro de la composición por sus damas de compañía, las “meninas” María Agustina de Sarmiento e Isabel de Velasco, dos bufones de la corte, María Bárbola y Nicolasito Pertusato, y un perro mastín. Detrás de ella, aparecen conversando un guardadamas, la dueña Marcela de Ulloa, y, en la puerta, al aposentador José Nieto.

Los reyes, Felipe IV y Mariana de Austria (1634-1696), se reflejan en el espejo del fondo, dando lugar a un juego espacial de extraordinaria complejidad.


4. El sueño de Jacob, José de Rivera:

El cuadro narra el sueño misterioso del patriarca Jacob, según relata el Génesis, quien aparece dormido, recostado sobre el brazo izquierdo. Detrás de él se encuentra un árbol y al otro lado la escala de luz por la que suben y bajan los ángeles.

El asunto muestra la capacidad técnica de Ribera para construir un discurso metafórico. A través de la representación de un pastor tendido a descansar en el campo describe uno de los episodios bíblicos más conocidos. La visión en primer plano del personaje sólidamente construido y los rasgos realistas de la escena sirven para hacer verídico el sueño milagroso, que se describe en un haz de luz bajo un cielo azul y gris.

Ribera da aquí una de sus numerosas pruebas de su delicado sentido del color y su exquisita capacidad para la composición, al contraponer en diagonal los volúmenes del primer plano.

Probablemente se trate de uno de los cuadros que se citan en 1658 en el inventario de don Jerónimo de la Torre, permaneciendo en poder de su familia hasta 1718. En 1746 reapareció entre las pinturas de la reina Isabel Farnesio con atribución a Murillo.


5. El 3 de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío, Francisco deGoya y Lucientes:

Representación de los fusilamientos de patriotas de Madrid por el ejército de Napoleón, como represalia al levantamiento del 2 de mayo de 1808 contra la ocupación francesa.

Los soldados franceses, de espaldas a la derecha de la composición, apuntan a los madrileños que han de morir. El dramatismo y la tensión de la escena quedan subrayados por el uso de la luz, que ilumina fuertemente a los héroes permitiendo diferenciar sus caracteres y actitudes en un detallado estudio psicológico de los personajes.

Esta obra fue realizada junto a su pareja, El 2 de mayo de 1808 en Madrid: La lucha con los mamelucos (P748), a iniciativa del regente don Luis en 1814. Ambas pudieron servir para decorar un arco de triunfo durante la entrada de Fernando VII en su retorno a Madrid o como conmemoración en las celebraciones del 2 de mayo.

En el lateral inferior izquierdo se observan las huellas de los daños que sufrió el lienzo durante su traslado a Valencia en 1937, durante la Guerra Civil española.


6. La Anunciación, Fra Angelico:

Retablo pintado para el convento de Santo Domingo en Fiesole, cerca de Florencia. La tabla central muestra bajo el pórtico la Anunciación del Arcángel Gabriel a María y, a su izquierda, la expulsión de Adán y Eva del Paraíso. La condenación y salvación del hombre. En el banco o predela se narran escenas de la vida de la Virgen: Nacimiento de María y los Desposorios con San José, Visitación de María a su prima Santa Isabel, Nacimiento del Niño Jesús, la Presentación del Niño en el Templo y la Dormición de la Virgen con Cristo recogiendo su alma.

Fra Angelico, también conocido como Beato Angelico, dedicó su obra exclusivamente a los temas religiosos pues entendía el arte como un aspecto de la devoción religiosa. Particularmente minucioso en los detalles y calidades de los objetos, naturaleza y personajes representados, Fra Angelico aúna en su estilo de la tradición tardogótica italiana con el nuevo lenguaje renacentista. Ejemplo de ello es la profundidad espacial de la arquitectura que, aunque sigue las recomendaciones de Brunelleschi de centrarse en un escenario cuadrado y sin adornos, denota algunos fallos propios de una obra temprana en la producción del artista.


7. El Cardenal, Rafael:


Retrato de un cardenal que se ha identificado con los cardenales Alidosi, Bibbiena, Cybo o Trivulzio.

Esta obra fue pintada en Roma, momento en el que Rafael culminó su capacidad para pintar las personas más reales de lo que son, que le reconocían sus contemporáneos.

La composición deriva de la Gioconda de Leonardo da Vinci, pues en ambos casos el modelo aparece sentado, formando un triángulo con su cuerpo y su brazo. Resultan especialmente sorprendentes los contrastes cromáticos entre el brillante rojo del capelo, la manga blanca y el rostro del cardenal, gracias al uso de las luces. Esta característica y la minuciosidad de la pincelada otorgan un carácter tridimensional al retratado, que deja vislumbrar el interés por la escultura que Rafael tenía en esos años.

Esta obra fue adquirida por Carlos IV (1748-1819) en Roma siendo aún príncipe.


8. El emperador Carlos V, a caballo, en Mühlberg, Vicellio di Gregorio Tiziano:

Retrato ecuestre del emperador Carlos V (1500-1558) conmemorativo de la victoria en Mühlberg de las tropas imperiales sobre las protestantes. La aparente sencillez de la composición esconde una compleja simbología que muestra a Carlos en su doble condición de caballero cristiano y heredero de la tradición imperial romana. Ejemplo de ello es la lanza que sostiene el Emperador con su mano derecha y que siendo el símbolo del poder de los césares, también hace referencia al arma de San Jorge y a la lanza que portaba Longinos durante la Pasión de Cristo (soldado romano que clavó su lanza en el costado de Cristo y que a continuación se convirtió al cristianismo).

Los antecedentes formales de la composición se han citado en la estatua ecuestre romana del emperador Marco Aurelio (121-180), en diversos modelos de los grabados de Alberto Durero, como El caballero y la muerte, y de Hans Burgkmain.

La armadura del Emperador se conserva en la Armería Real del Palacio Real de Madrid.

La obra fue realizada para María de Hungría y se convirtió en la imagen dinástica por excelencia de la Casa de Austria. Ingresó en las colecciones del Museo del Prado en 1827.

9. Inmaculada Concepción, Giambattista Tiepolo:


La Virgen María aparece sobre la bola del Mundo y la media luna, pisando la serpiente del Pecado Original, coronada por la paloma del Espíritu Santo y rodeada por ángeles y por algunos de los símbolos marianos. Éstos son la vara de azucenas, la palmera, la fuente y el espejo. Esta escena muestra la manera tradicional de representar la Inmaculada Concepción de la Virgen, que fue concebida sin pecado original.

La obra fue un encargo Real para la Iglesia de San Pascual de Aranjuez.

El boceto para este lienzo se conserva en las Courtauld Institute Galleries de Londres.


10. El Descendimiento, Roger van der Weynde


El gran maestro de Tournai centra la composición en la Compassio Mariae, la pasión que experimenta la Virgen ante el sufrimiento y la muerte de su Hijo. Para traducirla en imágenes, el pintor escoge el momento en que José de Arimatea, Nicodemo y un ayudante sostienen en el aire el cuerpo de Jesús y María cae desmayada en el suelo sostenida por San Juan y una de las santas mujeres.

La riqueza de sus materiales -el azul del manto de María es uno de los lapislázulis más puros empleados en la pintura flamenca de la época- y sus grandes dimensiones, con las figuras casi a escala natural, evidencian ya lo excepcional de la obra. El espacio poco profundo, de madera dorada, en que Weyden representa a sus figuras y las tracerías pintadas de los extremos superiores -imitando también la madera dorada-, al igual que el remate rectangular del centro, las hacen semejar esculturas policromadas. Además, el engaño óptico se refuerza aún más por el fuerte sentido plástico que Weyden imprime a sus figuras, siguiendo el ejemplo de su maestro Robert Campin, como hace en todas sus obras tempranas.

Weyden maneja con maestría las figuras representadas en un espacio limitado al fondo y en los extremos, donde los movimientos opuestos y complementarios de San Juan y la Magdalena cierran la composición. En el interior de ese espacio sobresale el juego de diagonales paralelas que diseñan los cuerpos de Cristo y de María, poniendo de manifiesto su doble pasión. Impactan los gestos, la contención con que se expresan los sentimientos y el juego de curvas y contra curvas que une a los personajes.

Es encargada por la Cofradía de los Ballesteros de Lovaina hoy en Bélgica para su capilla en la Iglesia de Nuestra Señora de Extramuros. En las esquinas inferiores están representadas pequeñas ballestas. Adquirida por María de Hungría en el siglo XVI, pasa después a manos de su sobrino Felipe II. Éste la coloca en la capilla del Palacio de El Pardo hasta su entrega a El Escorial en 1574. Desde ese año estuvo allí hasta 1939 en que se trae al Museo Nacional del Prado, enviándose como contrapartida la copia de Michel Coxie.


11. El jardín de las Delicias, o La pintura del madroño, El Bosco:


En el tríptico abierto se incluyen tres escenas. La tabla izquierda está dedicada al Paraíso, con la creación de Eva y la Fuente de la Vida, mientras la derecha muestra el Infierno. La tabla central da nombre al conjunto, al representarse en un jardín las delicias o placeres de la vida. Entre Paraíso e Infierno, estas delicias no son sino alusiones al Pecado, que muestran a la humanidad entregada a los diversos placeres mundanos. Son evidentes las representaciones de la Lujuria, de fuerte carga erótica, junto a otras de significado más enigmático. A través de la fugaz belleza de las flores o de la dulzura de las frutas, se transmite un mensaje de fragilidad, del carácter efímero de la felicidad y del goce del placer. Así parecen corroborarlo ciertos grupos, como la pareja encerrada en un globo de cristal en el lado izquierdo, en probable alusión al refrán flamenco: “La felicidad es como el vidrio, se rompe pronto”.

El tríptico cerrado representa en grisalla el tercer día de la creación del Mundo, con Dios Padre como Creador, según sendas inscripciones en cada tabla: “Él mismo lo dijo y todo fue hecho” y “Él mismo lo ordenó y todo fue creado” Génesis (1:9-13).

Obra de carácter moralizante, es una de las creaciones más enigmáticas, complejas y bellas de El Bosco, realizada en la última etapa de su vida. Adquirida en la almoneda del prior don Fernando, hijo natural del gran duque de Alba, Felipe II la llevó a El Escorial en 1593.

Es depósito de Patrimonio Nacional en el Museo del Prado desde 1939


12. Las tres Gracias, Pedro Pablo Rubens:


Las Gracias, descritas en la Teogonía de Hesiodo, eran tres: Aglaya, que significa resplandeciente, Eufrósine, que quiere decir gozosa y Talía, que significa floreciente. Nacidas de uno de los amores de Zeus, las tres Gracias eran vírgenes puras que vivían con los dioses, asistían a los banquetes y despertaban la alegría de vivir. Estaban al servicio de Afrodita, la diosa del amor y nunca conocían el aburrimiento.

Rubens las representó junto a una fuente, bajo una guirnalda de flores y ante un fondo de paisaje. Las figuras están inspiradas en la escultura clásica, visible en la intención de reproducir la frialdad del mármol en sus carnes. El ritmo circular y la elegante ondulación son características habituales en el artista, aspectos que se unen a las formas grandilocuentes y los colores cálidos que incorpora el pintor en las obras de sus últimos años.

La figura de la izquierda está directamente inspirada en la segunda esposa del artista, Helène Fourment. La obra pintada poco después de su matrimonio evidencia la felicidad vital del artista que se traduce en la sensualidad de sus pinturas de este momento. Permaneció en poder del propio pintor hasta su muerte en 1640, siendo después adquirida para Felipe IV y llevada a España.


13. Autorretrato, Alberto Durero:


De medio cuerpo, ligeramente escorzado, Durero se pintó a si mismo junto a una ventana abierta a un fondo de paisaje montañoso. Viste de jubón blanco con guarniciones negras y camisa con puntilla dorada, pelo largo, gorra de listas blancas y negras con borlal, capa parda y guantes grises de cabritilla. La elección de unas ropas elegantes y aristocráticas y la mirada severa dirigida al espectador, con altiva serenidad, indican la voluntad del pintor de hacer ostentación de su situación social.
Destaca la riqueza de detalles, la minuciosidad del tratamiento de las calidades y el brillante colorido, de entonación dorada, todo ello apoyado en un dibujo de impecable precisión.
La satisfacción de su propia capacidad artística se comprueba en la inscripción del alfeizar de la ventana, escrita en alemán: “1498, lo pinté según mi figura. Tenía yo veintiséis años Albrecht Dürer”.
Adquirido para Felipe IV en la almoneda de Carlos I de Inglaterra


14. Artemisa, Rembrandt Harbmnsz:

Artemisa, reina de Pérgamo, se dispone a beber las cenizas de su difunto esposo Mausolo de una copa que le ofrece una sirvienta. Al fondo la figura de una enigmática anciana se adivina entre la penumbra.
La obra ha sido interpretada también como representación de Sofonisba, bebiendo el veneno enviado por su esposo desde la prisión para evitar ser víctima de la concupiscencia de Escipión.
En cualquier caso es una obra alusiva a la fidelidad y al amor conyugal, con la que parece que el pintor está aludiendo a su matrimonio con Saskia van Utylenbroch celebrado el mismo año en que firma el cuadro.
Realizado en el periodo de máxima actividad artística de Rembrandt, la utilización dirigida de la luz logra resaltar la figura ante el fondo negro, recurso tenebrista propio de Caravaggio (1573 - 1610), adquirido a través de la obra de su maestro Peter Lastman (1583 - 1633).
El cuadro fue adquirido en 1769 para Carlos III de la colección del marqués de la Ensenada.


15. Ofrenda de Orestes y Pílades (Grupo de San Ildefonso), Anónimo:
El “Grupo de San Ildefonso” fue hallado en 1623 en Roma y llegó cien años más tarde a La Granja de San Ildefonso.
La escultura representa a Orestes y Pílades, modelos legendarios de amistad, ofreciendo un sacrificio por haber vuelto de la Táuride con la imagen de Artemisa (la estatuilla representada), acto que purificó a Orestes de su castigo divino. Otros autores identificaron las estatuas con los hermanos Cástor y Pólux.
En época moderna fue añadido al torso izquierdo el retrato romano de Antínoo. Creación del clasicismo augusteo, el grupo escultórico es un soberbio reflejo del eclecticismo de esta época.
La primera referencia a este grupo data de 1623 en la Villa Ludovisi, Roma, en posesión del cardenal Massimi. Tras la muerte del religioso, la pieza entrará a formar parte de las colecciones de Cristina de Suecia y, a continuación, de las del primer rey Borbón en España, Felipe V (1683-1746).

El Prado fuera del Prado


Todos a pesar de la distancia podemos vivir y sentir el Prado intensamente, transitar de entre sus salas y conocer el maravilloso mundo escondido de los obras de este museo. Todo esto lo podremos lograr por medio de la adquisició del Prodrama "El Prado fuera del Prado".
La próxima edición de este programa estará dedicada a la exposición El siglo XIX en el Prado.Un colaborador del Área de Educación explicará los contenidos de la muestra en centros culturales y de carácter social, para fomentar y enriquecer la posterior visita individual a la exposición. Actividad gratuita.

Museo del Prado




Museo del Prado

Sin duda una de las mayores pinacotecas del mundo, también en el momento de su apertura en 1819 fue uno de los primeros museos de arte público. El museo es resultado, por un lado, del ánimo coleccionista de la monarquía y la iglesia, de donde provienen casi todos sus fondos, y por otro, del pensamiento ilustrado que promovió su creación.


El edificio, construido en la década de 1780-90, se halla situado en una de las zonas más bonitas de Madrid. Fue ideado por un arquitecto neocléasico, Juan de Villanueva, para convertirse en Museo de las Ciencias Naturales. La idea de destinarlo a Museo de Arte provino de José Bonaparte, hermano de Napoleón, que fue coronado José I de España durante la ocupación francesa. Posteriormente, Fernando VII apoyó esta iniciativa.

Situado en el centro de la ciudad de Madrid, el Museo del Prado constituye en sí mismo, desde 1819, el núcleo de un ámbito artístico muy amplio, que abarca las obras de maestros de todo el mundo. El museo se articula en dos sedes, muy próximas entre sí: el Edificio Villanueva (el más representativo), situado en el Paseo del Prado, y el Casón del Buen Retiro. En octubre de 2007 se ha inaugurado una ampliación del museo que tiene como protagonista el claustro de la vecina iglesia de los Jerónimos.

El Museo del Prado posee más de 9.000 obras en sus fondos, pinturas en su mayor parte, de las cuales sólo 1.500 estás expuestas al público. Se habla desde hace años de la necesidad de una ampliación del museo y, tras la convocatoria de un concurso internacional de arquitectos parece que ésta se halla en marcha.

A la espera de éstos, el museo viene desarrollando en los últimos años un política expositiva que mediante la programación de exposiciones temporales trata de dar a conocer parte de estos fondos no presentes en la coleccion permanente. También tienen lugar en este museo ciclos de conferencias y cursos sobre arte y, en algunas ocasiones, con ponentes de gran interés (a este respecto, se puede solicitar información al propio museo o al Ministerio de Cultura).La Colección Real, germen de la colección de este museo, fue comenzada por la reina Isabel La Católica en el Renacimiento, y continuada por sus sucesores hasta el siglo pasado. Una buena parte de la colección se perdió en 1734 en el incendio del entonces Palacio Real, El Alcazar, ubicado en el lugar en el que hoy se encuentra el Palacio Real. De cualquier forma, la colección es extensa, si bien refleja los gustos de las monarquías españolas, así como sus reticencias. Así encontramos que la pintura flamenca, la italiana del S. XVI, las escuelas españolas del barroco y la pintura española posterior, están ampliamente representadas en la colección, mientras que las escuelas protestantes (inglesa, holandesa) carecen absolutamente de espacio en ella. Hay también una gran cantidad de arte religioso en el museo que proviene de las iglesias que se cerraron hacia 1830.

Por citar a algunos de los autores que encontrarás:Brueghel, Van der Weyden, Van Dyck, El Bosco, Durero, Rembrandt, Rubens, Fra Angelico, Mantegna, Botticelli, Bronzino, Rafael, Tiziano, Tintoretto, El Greco, Velázquez, Murillo, Ribera, Goya, ...



Te recomendamos que no dejes de ver:

- Velázquez: Casi todas sus mejores obras están en este museo. Además de un gran número de retratos reales, están Las Hilanderas, La rendición de Breda, Las Meninas, etc, que son obras maestras de bastante complejidad y que la guía del museo te ayudará a decodificar.

- El Greco: Te sorprenderá la contemporaneidad pictórica y compositiva de este autor cuya genialidad tuvo que esperar mucho tiempo para ser reconocida y que fue defendida por los primeros pintores de vanguardia de este siglo. Digno de verse, desde sus grandes composiciones: Pentecostés, La adoración de los Reyes Magos, etc...hasta aquellas de tamaño medio: El hombre de la mano en el pecho, San Sebastián, etc.

-Salas italianas: Del primer renacimiento hay poco, pero lo que hay es bueno. El siglo XVI está más ampliamente representado con estupendas obras de Tiziano, Tintoretto, etc.- Salas Flamencas: Te encontrarás con verdaderas maravillas. Merecen especial atención: El jardín de las delicias de El Bosco, que el rey Felipe II tenía en su dormitorio de El Escorial; y El descendimiento de la Cruz de Van der Weyden, impresionante.

- Goya: Si no conoces a este autor, te dejará atónito/a su versatilidad. Desde los cartones para la Real Fábrica de Tapices, pasando por sus soberbios retratos de la aristocrácia, la realeza y los intelectuales de la época (algunos llenos de una atroz ironía, otros llenos de admiración), hasta sus cuadros de la guerra de la independencia, de un dramatismo extremo, para terminar con sus pinturas negras, insospechables, apasionantes y aterrorizantes, una combinación irresistible. Te encantará o le aborrecerás.

El museo no tiene una distribución muy clara. Si no consigues orientarte bien con el mapa gratuito que se puede conseguir en la taquilla, no dudes en preguntar a los vigilantes de las salas.En el adyacente Casón del Buen Retiro, antigua residencia veraniega del rey Felipe IV, encontrarás pinturas españolas del siglo XIX. La entrada está incluida en la del Museo del Prado, pero no olvides conservar el ticket si quieres echar un vistazo a estas obras (paisajes, costumbrismo, realismo, y cuadros históricos) entre las que podrás encontrar joyas desconocidas.Para terminar te recomendamos fervientemente que tras tu visita al Prado y/o al Casón del Buen Retiro, te adentres en uno de los dos jardínes cercanos: el Jardín Botánico y El Parque del Retiro. Ambos tienen un gran encanto. El primero más pequeño y extraño, el segundo más grande y bullicioso, pero cualquiera de ellos te permitirá descansar los pies y seguir gozando con las vistas.