15 Obras Maestras del Museo del Prado:
1. La Crusifixión, Juan de Flandes:

Juan de Flandes concibe el espacio de esta Crucifixión con un punto de vista bajo, que evoca las composiciones de Mantenga y la dota de resonancias italianas, por el modo de disponer al los personajes con un dominio de líneas rectas que otorgan monumentalidad al conjunto. Para llamar la atención sobre Cristo Crucificado, situado en el centro, ante un fondo de paisaje, idea un semicírculo de figuras en torno a Él. A la originalidad del pintor flamenco al representar este tema iconográfico se suma su dominio técnico, patente en la forma de reproducir las calidades de las cosas como las piedras preciosas y el coral esparcidos por el suelo.
2. El caballero de la mano en el pecho, El Greco:

Pintada en los primeros años del artista en Toledo, El caballero de la mano en el pecho se distingue por la expresividad de la mirada que el personaje mantiene fija en el espectador y el naturalismo en el gesto de la mano.
Existen muy diversas interpretaciones entorno a la identidad del personaje y al significado del gesto, afirmando algunos que simboliza diferentes estados, como arrepentimiento o un juramento. Aunque existan dudas razonables, se ha llegado a identificar al caballero con Juan de Silva y Ribera, III marqués de Montemayor, alcalde del Alcázar de Toledo.
Esta obra procede de la Quinta del duque del Arco en el Pardo (Madrid).
3. La familia de Felipe IV o Las Meninas, Diego Rodríguez de Silva y Velázquez:

El cuadro más famoso de Velázquez encierra una compleja composición construida a partir de una admirable habilidad para el uso de la perspectiva, de la plasmación de la luz y de la representación de la atmósfera.
Las interpretaciones sobre el tema y la plasmación del mismo han sido múltiples. Las más numerosas subrayan la reivindicación de la nobleza de la pintura frente a las prácticas artesanales. Velázquez se autorretrata pintando el propio cuadro a la izquierda del lienzo, afirmando así la supremacía del arte de la pintura. La infanta Margarita (1651-1673), vestida de blanco, aparece rodeada en el centro de la composición por sus damas de compañía, las “meninas” María Agustina de Sarmiento e Isabel de Velasco, dos bufones de la corte, María Bárbola y Nicolasito Pertusato, y un perro mastín. Detrás de ella, aparecen conversando un guardadamas, la dueña Marcela de Ulloa, y, en la puerta, al aposentador José Nieto.
Los reyes, Felipe IV y Mariana de Austria (1634-1696), se reflejan en el espejo del fondo, dando lugar a un juego espacial de extraordinaria complejidad.
4. El sueño de Jacob, José de Rivera:

El asunto muestra la capacidad técnica de Ribera para construir un discurso metafórico. A través de la representación de un pastor tendido a descansar en el campo describe uno de los episodios bíblicos más conocidos. La visión en primer plano del personaje sólidamente construido y los rasgos realistas de la escena sirven para hacer verídico el sueño milagroso, que se describe en un haz de luz bajo un cielo azul y gris.
Ribera da aquí una de sus numerosas pruebas de su delicado sentido del color y su exquisita capacidad para la composición, al contraponer en diagonal los volúmenes del primer plano.
Probablemente se trate de uno de los cuadros que se citan en 1658 en el inventario de don Jerónimo de la Torre, permaneciendo en poder de su familia hasta 1718. En 1746 reapareció entre las pinturas de la reina Isabel Farnesio con atribución a Murillo.
5. El 3 de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío, Francisco deGoya y Lucientes:

Los soldados franceses, de espaldas a la derecha de la composición, apuntan a los madrileños que han de morir. El dramatismo y la tensión de la escena quedan subrayados por el uso de la luz, que ilumina fuertemente a los héroes permitiendo diferenciar sus caracteres y actitudes en un detallado estudio psicológico de los personajes.
Esta obra fue realizada junto a su pareja, El 2 de mayo de 1808 en Madrid: La lucha con los mamelucos (P748), a iniciativa del regente don Luis en 1814. Ambas pudieron servir para decorar un arco de triunfo durante la entrada de Fernando VII en su retorno a Madrid o como conmemoración en las celebraciones del 2 de mayo.
En el lateral inferior izquierdo se observan las huellas de los daños que sufrió el lienzo durante su traslado a Valencia en 1937, durante la Guerra Civil española.
6. La Anunciación, Fra Angelico:

Fra Angelico, también conocido como Beato Angelico, dedicó su obra exclusivamente a los temas religiosos pues entendía el arte como un aspecto de la devoción religiosa. Particularmente minucioso en los detalles y calidades de los objetos, naturaleza y personajes representados, Fra Angelico aúna en su estilo de la tradición tardogótica italiana con el nuevo lenguaje renacentista. Ejemplo de ello es la profundidad espacial de la arquitectura que, aunque sigue las recomendaciones de Brunelleschi de centrarse en un escenario cuadrado y sin adornos, denota algunos fallos propios de una obra temprana en la producción del artista.
7. El Cardenal, Rafael:
Retrato de un cardenal que se ha identificado con los cardenales Alidosi, Bibbiena, Cybo o Trivulzio.
Esta obra fue pintada en Roma, momento en el que Rafael culminó su capacidad para pintar las personas más reales de lo que son, que le reconocían sus contemporáneos.
La composición deriva de la Gioconda de Leonardo da Vinci, pues en ambos casos el modelo aparece sentado, formando un triángulo con su cuerpo y su brazo. Resultan especialmente sorprendentes los contrastes cromáticos entre el brillante rojo del capelo, la manga blanca y el rostro del cardenal, gracias al uso de las luces. Esta característica y la minuciosidad de la pincelada otorgan un carácter tridimensional al retratado, que deja vislumbrar el interés por la escultura que Rafael tenía en esos años.
Esta obra fue adquirida por Carlos IV (1748-1819) en Roma siendo aún príncipe.
8. El emperador Carlos V, a caballo, en Mühlberg, Vicellio di Gregorio Tiziano:
Retrato ecuestre del emperador Carlos V (1500-1558) conmemorativo de la victoria en Mühlberg de las tropas imperiales sobre las protestantes. La aparente sencillez de la composición esconde una compleja simbología que muestra a Carlos en su doble condición de caballero cristiano y heredero de la tradición imperial romana. Ejemplo de ello es la lanza que sostiene el Emperador con su mano derecha y que siendo el símbolo del poder de los césares, también hace referencia al arma de San Jorge y a la lanza que portaba Longinos durante la Pasión de Cristo (soldado romano que clavó su lanza en el costado de Cristo y que a continuación se convirtió al cristianismo).
Los antecedentes formales de la composición se han citado en la estatua ecuestre romana del emperador Marco Aurelio (121-180), en diversos modelos de los grabados de Alberto Durero, como El caballero y la muerte, y de Hans Burgkmain.
La armadura del Emperador se conserva en la Armería Real del Palacio Real de Madrid.
La obra fue realizada para María de Hungría y se convirtió en la imagen dinástica por excelencia de la Casa de Austria. Ingresó en las colecciones del Museo del Prado en 1827.
9. Inmaculada Concepción, Giambattista Tiepolo:
La Virgen María aparece sobre la bola del Mundo y la media luna, pisando la serpiente del Pecado Original, coronada por la paloma del Espíritu Santo y rodeada por ángeles y por algunos de los símbolos marianos. Éstos son la vara de azucenas, la palmera, la fuente y el espejo. Esta escena muestra la manera tradicional de representar la Inmaculada Concepción de la Virgen, que fue concebida sin pecado original.
La obra fue un encargo Real para la Iglesia de San Pascual de Aranjuez.
El boceto para este lienzo se conserva en las Courtauld Institute Galleries de Londres.
10. El Descendimiento, Roger van der Weynde
El gran maestro de Tournai centra la composición en la Compassio Mariae, la pasión que experimenta la Virgen ante el sufrimiento y la muerte de su Hijo. Para traducirla en imágenes, el pintor escoge el momento en que José de Arimatea, Nicodemo y un ayudante sostienen en el aire el cuerpo de Jesús y María cae desmayada en el suelo sostenida por San Juan y una de las santas mujeres.
La riqueza de sus materiales -el azul del manto de María es uno de los lapislázulis más puros empleados en la pintura flamenca de la época- y sus grandes dimensiones, con las figuras casi a escala natural, evidencian ya lo excepcional de la obra. El espacio poco profundo, de madera dorada, en que Weyden representa a sus figuras y las tracerías pintadas de los extremos superiores -imitando también la madera dorada-, al igual que el remate rectangular del centro, las hacen semejar esculturas policromadas. Además, el engaño óptico se refuerza aún más por el fuerte sentido plástico que Weyden imprime a sus figuras, siguiendo el ejemplo de su maestro Robert Campin, como hace en todas sus obras tempranas.
Weyden maneja con maestría las figuras representadas en un espacio limitado al fondo y en los extremos, donde los movimientos opuestos y complementarios de San Juan y la Magdalena cierran la composición. En el interior de ese espacio sobresale el juego de diagonales paralelas que diseñan los cuerpos de Cristo y de María, poniendo de manifiesto su doble pasión. Impactan los gestos, la contención con que se expresan los sentimientos y el juego de curvas y contra curvas que une a los personajes.
Es encargada por la Cofradía de los Ballesteros de Lovaina hoy en Bélgica para su capilla en la Iglesia de Nuestra Señora de Extramuros. En las esquinas inferiores están representadas pequeñas ballestas. Adquirida por María de Hungría en el siglo XVI, pasa después a manos de su sobrino Felipe II. Éste la coloca en la capilla del Palacio de El Pardo hasta su entrega a El Escorial en 1574. Desde ese año estuvo allí hasta 1939 en que se trae al Museo Nacional del Prado, enviándose como contrapartida la copia de Michel Coxie.
11. El jardín de las Delicias, o La pintura del madroño, El Bosco:
En el tríptico abierto se incluyen tres escenas. La tabla izquierda está dedicada al Paraíso, con la creación de Eva y la Fuente de la Vida, mientras la derecha muestra el Infierno. La tabla central da nombre al conjunto, al representarse en un jardín las delicias o placeres de la vida. Entre Paraíso e Infierno, estas delicias no son sino alusiones al Pecado, que muestran a la humanidad entregada a los diversos placeres mundanos. Son evidentes las representaciones de la Lujuria, de fuerte carga erótica, junto a otras de significado más enigmático. A través de la fugaz belleza de las flores o de la dulzura de las frutas, se transmite un mensaje de fragilidad, del carácter efímero de la felicidad y del goce del placer. Así parecen corroborarlo ciertos grupos, como la pareja encerrada en un globo de cristal en el lado izquierdo, en probable alusión al refrán flamenco: “La felicidad es como el vidrio, se rompe pronto”.
El tríptico cerrado representa en grisalla el tercer día de la creación del Mundo, con Dios Padre como Creador, según sendas inscripciones en cada tabla: “Él mismo lo dijo y todo fue hecho” y “Él mismo lo ordenó y todo fue creado” Génesis (1:9-13).
Obra de carácter moralizante, es una de las creaciones más enigmáticas, complejas y bellas de El Bosco, realizada en la última etapa de su vida. Adquirida en la almoneda del prior don Fernando, hijo natural del gran duque de Alba, Felipe II la llevó a El Escorial en 1593.
Es depósito de Patrimonio Nacional en el Museo del Prado desde 1939
12. Las tres Gracias, Pedro Pablo Rubens:
Las Gracias, descritas en la Teogonía de Hesiodo, eran tres: Aglaya, que significa resplandeciente, Eufrósine, que quiere decir gozosa y Talía, que significa floreciente. Nacidas de uno de los amores de Zeus, las tres Gracias eran vírgenes puras que vivían con los dioses, asistían a los banquetes y despertaban la alegría de vivir. Estaban al servicio de Afrodita, la diosa del amor y nunca conocían el aburrimiento.
Rubens las representó junto a una fuente, bajo una guirnalda de flores y ante un fondo de paisaje. Las figuras están inspiradas en la escultura clásica, visible en la intención de reproducir la frialdad del mármol en sus carnes. El ritmo circular y la elegante ondulación son características habituales en el artista, aspectos que se unen a las formas grandilocuentes y los colores cálidos que incorpora el pintor en las obras de sus últimos años.
La figura de la izquierda está directamente inspirada en la segunda esposa del artista, Helène Fourment. La obra pintada poco después de su matrimonio evidencia la felicidad vital del artista que se traduce en la sensualidad de sus pinturas de este momento. Permaneció en poder del propio pintor hasta su muerte en 1640, siendo después adquirida para Felipe IV y llevada a España.
13. Autorretrato, Alberto Durero:

De medio cuerpo, ligeramente escorzado, Durero se pintó a si mismo junto a una ventana abierta a un fondo de paisaje montañoso. Viste de jubón blanco con guarniciones negras y camisa con puntilla dorada, pelo largo, gorra de listas blancas y negras con borlal, capa parda y guantes grises de cabritilla. La elección de unas ropas elegantes y aristocráticas y la mirada severa dirigida al espectador, con altiva serenidad, indican la voluntad del pintor de hacer ostentación de su situación social.
14. Artemisa, Rembrandt Harbmnsz:

Artemisa, reina de Pérgamo, se dispone a beber las cenizas de su difunto esposo Mausolo de una copa que le ofrece una sirvienta. Al fondo la figura de una enigmática anciana se adivina entre la penumbra.
15. Ofrenda de Orestes y Pílades (Grupo de San Ildefonso), Anónimo:

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